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ESTUDIO BÍBLICO 2 - SERIE ESCOGIDOS: DANIEL

EN EL CENTRO DEL PODER MUNDIAL

Daniel 1:1-21
Intimidad con Dios
Leyendo la vida de Abraham descubrimos que Dios es un Ser todopoderoso, justo, amoroso, consolador, sustentador, proveedor, magnánimo y misericordioso. Moisés aprendió a temer su santidad y a no tomar en vano su nombre y nos recordó que Dios desea vivir en medio de su pueblo. Tanto Abraham como Moisés tuvieron que transitar muchos años de vida para acrecentar esa fe que los llevó a una intimidad profunda con el Señor. David en cambio fue preparado por Dios desde muy joven y llegó a dirigir a su pueblo como el ungido de Jehová, el rey que llegó a tener la sensibilidad espiritual más afinada al corazón de Dios. Daniel, al igual que David, fue un joven con una madurez espiritual a prueba de cualquier seducción mundana y los acontecimientos que le llevaron a la corte babilónica así lo confirman.

Breve síntesis
Daniel nació en una familia noble perteneciente a la tribu de Judá. Antes de que su pueblo fuera asediado por los caldeos, los últimos reyes de Judá fueron totalmente insensibles a la situación que estaban transitando ya que ninguno advirtió que Dios estaba derramando su ira debido a un problema principalmente espiritual.
Todos los consejeros y profetas del reino (salvo uno llamado Jeremías) buscaban excusas para calmar la ansiedad del gobernante, pero evitaban hablar del estado de deterioro espiritual en que se hallaba el pueblo. Sólo un pequeño remanente constituido por hombres y mujeres de todas las tribus se había mantenido fiel a la ley del Señor y sin embargo, debían soportar el dolor del asedio y el sitio que les impuso el rey caldeo Nabucodonosor.

Primeros deportados
Un pequeño grupo de jóvenes apenas salidos de la adolescencia fue deportado por orden del monarca invasor con el propósito de trasladarlos a un nuevo ambiente: la corte real. Ya no hablarían su idioma natal, ya no podrían cumplir ciertos rituales del culto promovidos en la ley y organizados durante el reinado de David y Salomón. Ni siquiera sus padres estarían con ellos, puesto que habían ingresado a una suerte de internado babilónico no sólo para estudiar y aprender, sino para dejar atrás un pasado que ya no les podría traer ningún beneficio.

Remanente aún en el exilio
Pero ese pequeño grupo de jóvenes liderado por Daniel (ahora llamado Belsasar) se propuso no olvidar de dónde venían y recordar al Dios del cielo a quiénes sus antepasados sirvieron.
Daniel no necesitó de nuevas experiencias para aprender quién era el Señor de los ejércitos ni para confiar a su absoluta soberanía. El Dios que conocía Daniel no estaba restringido a una geografía ni a una cultura, era el creador y sustentador del universo y quien ordena la historia humana y la lleva hacia sus propósitos perfectos. No importa que le hayan cambiado el nombre, Daniel significa “Dios es mi juez” y a ese soberano le entregaría toda su confianza. Tampoco las nuevas ropas, incluso los manjares de la corte pudieron mermar la determinación del joven judío.

La integridad de Daniel
La palabra que mejor define a este escogido de Dios es integridad. Daniel demostraba exteriormente lo que era y pensaba en su interior. Se nos cuenta más adelante cuánto amaba a su pueblo Israel, de manera que puedo imaginar sus lágrimas al salir de Jerusalén para no retornar nunca a su tierra y su templo. Pero en vez de deprimirse, decidió seguir adelante en su entrenamiento sin hacer concesiones morales.
El primer escollo fue la dieta porque contenía alimentos contaminados además del hábito de la corte de realizar bacanales en honor al monarca. Daniel mostró madurez y astucia para no comprometer su vida ni la de sus compañeros, del resto se encargó Dios mismo.

Embajador de su pueblo
¿Qué tendría en mente Daniel mientras estudiaba historia, geografía, idioma y otros conocimientos de la época? Quizá pudiera llegar a interceder por su pueblo ante el monarca llegado el momento oportuno, como lo hará unos siglos más adelante una joven llamada Ester.
Todos los cambios exteriores lo impulsaban a modificar su forma de pensar y su relación con el Dios de Israel; sin embargo, hay algo especial en este joven, una fe que no puede desarraigarse. Ya llegaría el momento y Dios le haría saber por qué y para qué fue trasladado a Babilonia.

Un cambio brusco Daniel 2: 1-23
Es curioso, el relato cambia del hebreo al idioma arameo al llegar al versículo 4 del segundo capítulo y se mantiene en esta lengua hasta terminar el capítulo 7 para luego retomar el idioma hebreo hasta el final.
Entendemos al igual que muchos eruditos del Antiguo Testamento que el autor es el anciano Daniel recopilando sus memorias a la edad de 90 años. Cuando el joven Daniel llegó a Babilonia, el rey Nabucodonosor recién había inaugurado su reinado y lo continuaría por 43 años. Dice Carballosa: El consenso general entre los historiadores es que Nabucodonosor fue uno de los reyes más sobresalientes de la antigüedad. Era el hijo mayor de Nabopolasar, y se cree que tuvo dos esposas y según datos arqueológicos fue padre de tres hijos. Durante su reinado la ciudad de Babilonia fue embellecida, y entre las obras más prominentes figuran los jardines colgantes y más de 30 templos a distintas deidades.

Babilonia y la Biblia
Babilonia es una ciudad muy antigua, fue fundada por Nimrod en la llanura de Sinar y su historia se encuentra en la Biblia en Génesis 10. Fue allí donde los hombres quisieron demostrar que su poder unificado podría desafiar al Creador, pues comenzaron una obra ingenieril suprema: la torre más elevada del planeta de aquel entonces. Dios derramó sobre ellos un juicio particular al confundir las lenguas, provocando un caos entre los responsables del proyecto que terminó siendo abandonado.
Los sumerios fueron esos primeros moradores, después los acadios y posteriormente los asirios y caldeos dominaron alternativamente la región. Ahora el rey más importante de ese momento histórico tiene proyectado dejar su impronta en la historia humana ya que será un gran arquitecto y se sentirá orgulloso de reconstruir la gran capital de Mesopotamia. Aunque era politeísta y seguía las tradiciones religiosas paganas de la época, se ufanaba de ser considerado rey y dios en aquella cultura.

El rey más poderoso del momento
Así las cosas, llegamos a leer lo que cuenta Daniel: Nabucodonosor había logrado concentrar el poder del Oriente Medio, nadie lo desafiaba y (como David en Israel) era rey guerrero, por lo tanto, cuando mostraba enojo podía hacer temblar las piedras.
¡Qué agotador resulta el insomnio en una persona con tantas responsabilidades! Quería dormirse y no lograba desactivar su mente. Cuando entraba en sopor las pesadillas fueron tales que Nabucodonosor no quería dormirse por lo perturbadoras que le resultaban. Seguramente se habrá preguntado para qué tenía una corte llena de sabios que vivían de los dineros del rey si ellos no contribuían a su descanso.
Estoy casi segura de que Nabuco sabía que la mayoría de los magos y astrólogos eran tan farsantes como los contemporáneos; así que decidió sacárselos de encima a todos de una vez. La respuesta de los magos demostró que ninguno tenía confianza en sus deidades. Se puede interpretar sueños, pero no se puede ingresar en la mente de otra persona y decir qué está pensando o soñando (hoy tampoco se puede).

Dios de poder y misericordia
¿Qué hubiera hecho yo como cristiana en la posición de Daniel? Una vez más, actuó con absoluta integridad. Si Dios quería probarle al rey su soberanía, lo usaría no sólo para interpretar el sueño sino para declarárselo completamente. Pero tenía que ganar tiempo, pues pesaba una condena sobre él, sus amigos y el resto de los sabios de la corte; así que solicitó audiencia y pidió más tiempo.
Finalmente se reunió con los otros amigos judíos creyentes y por sus palabras sabemos que Daniel conocía en intimidad al Señor quien es Todopoderoso y grandemente misericordioso. La misericordia no es una acción que retribuye otra buena acción, es un regalo de parte del poderoso al pobre, humilde o culpable.

La oración de Daniel cuando recibió la visión es con lo que deseo concluir:

“Y Daniel habló y dijo: Sea bendito el nombre de Dios de siglos en siglos, porque suyos son el poder y la sabiduría.1 Él muda los tiempos y las edades; quita reyes, y pone reyes; da la sabiduría a los sabios, y la ciencia a los entendidos. Él revela lo profundo y lo escondido; conoce lo que está en tinieblas, y con él mora la luz. A ti, oh Dios de mis padres, te doy gracias y te alabo, porque me has dado sabiduría y fuerza, y ahora me has revelado lo que te pedimos; pues nos has dado a conocer el asunto del rey”.