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ESTUDIO BÍBLICO 11 - SERIE ESCOGIDOS: DAVID

ARREPENTIMIENTO BÍBLICO

Una pregunta muy frecuente entre los cristianos se refiere a la seguridad de la salvación. No solamente nos preguntan si acaso una persona escogida puede hacer algo que ponga en peligro su salvación eterna, sino que desean saber cuáles son las evidencias de una salvación genuina.
Seguramente cada uno de ustedes está pensando en una, esta mañana escuché un sermón sobre 2 Pedro 1:5-6 que recordó las virtudes que cada creyente debe buscar diligentemente para añadir a su fe; otros quizá consideren la perseverancia en medio de alguna prueba; otros priorizarán la permanencia en la comunión de la iglesia o los frutos espirituales manifiestos en el carácter cristiano.
Hoy David nos demostrará la evidencia más fuerte y contundente de su salvación: el genuino arrepentimiento. No hablamos del día que fuimos conscientes del nuevo nacimiento, sino de cualquier momento en la vida cristiana en que nos damos cuenta de que hemos ofendido la santidad de nuestro Padre celestial, que hemos hecho exactamente aquello que le rompería el corazón, cuando hemos tirado por la borda todo el conocimiento y comprensión de lo agresivo que resulta nuestro pecado al carácter de Dios.

Tirarse en el barro
Estoy en una zona del Estado de Florida que se inundó con el huracán Ian, muchos hermanos de la congregación tienen sus casas, autos y calles anegados. Imaginen el trabajo que les llevará limpiar el lodo de sus enseres, pisos, alfombras y que, luego de varios días de trabajo, uno de sus hijos tome esos elementos rescatados y los tire al lodazal que todavía circunda sus hogares. Porque eso precisamente hizo David, se tiró de cabeza al barro descuidando el valor que Dios mismo le dio al rescatarlo para su gloria.
El mal testimonio de sus acciones luego que adulteró con Betsabé llegó a ser conocido por muchos: Natán su profeta personal, sus siervos en palacio, su general en jefe quién se transformó en cómplice del asesinato, las familias de Urías y de Betsabé. Pero en ese momento de caída espiritual a David poco le importó qué pensaban, posiblemente su cargo lo exceptuaba de rendir cuentas a nadie que fuera su súbdito.
Dios decidió tomar esta experiencia en su vida para mostrar la perfecta y absoluta dimensión de su gracia misericordiosa.

El gran ejemplo
Si David fue un héroe para Israel en su juventud por haber confiado en Dios al enfrentar a Goliat; ahora en su adultez es nuestro mejor ejemplo de arrepentimiento porque su humillación no se produjo por quedar en evidencia ante Natán y sus súbditos, sino por haber herido el corazón del Dios a quién había prometido amar con todo su corazón, con toda su alma y con todas sus fuerzas.
Miles de personas que se han hundido en las profundidades de la impiedad han sido impulsadas a buscar la misericordia al comprender que Dios perdona a aquel que está realmente arrepentido. El mensaje del Evangelio es un mensaje de perdón y la mejor evidencia de salvación es la de un corazón que sabe que el Dios que le salvó, también perdonará su iniquidad porque Cristo ya cargó con ese pecado en su cruz.

1 Samuel 11:26- 12:25
El arrepentimiento según la Biblia
No siempre es bien comprendida la idea de arrepentimiento bíblico. En algunos casos a asocia con la idea de frustración personal (Judas o Acab), pero el arrepentimiento que conduce a la salvación o que experimenta quien ya es salvo se produce al sentir la ofensa como una acción directa contra la justicia de Dios (2 Co 7:8-11). En el caso de David sabemos que es arrepentimiento bíblico cuando leemos el Salmo 51:1-4. David no se arrepintió porque las cosas salieron finalmente mal, sino porque se dio cuenta que violentó los dos grandes mandamientos: amar al Señor su Dios y al prójimo como a sí mismo.

Justicia o misericordia
David era consciente que había cometido pecados que estaban particularmente indicados en el decálogo y que no tenían medios de restauración: adulterio y asesinato premeditados se pagaban con la pena capital.
Cuenta una historia que una madre solicitó audiencia con el rey pocas horas antes de llevarse a cabo la ejecución de su hijo en la horca. Pidió clemencia al rey pues era la única autoridad que podía dejar sin efecto la condena judicial. Luego de averiguar el asunto, el rey explicó a la madre que la condena era justamente merecida a lo que la madre replicó: no vengo a pedir justicia, porque la justicia demanda la muerte de mi hijo, le vengo a pedirle misericordia.
La misericordia no se merece, se recibe por la pura voluntad de quien puede ejercerla.

Perdón, pero con consecuencias
David había cometido una acción cuyas consecuencias eran irreversibles ya que no podía restituir la vida de Urías. Natán el profeta advierte las consecuencias inmediatas y mediatas de su pecado: el hijo de Betsabé habría de morir y la espada nunca se apartaría de la casa de David.
David perderá 4 de sus hijos: el que nació de su adulterio, Amnón a manos de Absalón por el abuso sobre Tamar, Absalón a manos de Joab por su rebelión contra David y Adonías a manos de Salomón por conspirar contra su reinado reciente. Todo lo que dijo Natán se cumplió completamente.
David tomó a Betsabé como esposa cuando se le anuncia que quedó viuda ¿Habrá sabido alguna vez ella que Urías murió porque David lo hizo exponer en la vanguardia de la batalla? ¿Qué habrán pensado en el entorno de Betsabé? Quizá entendieran la actitud de David como un acto de solidaridad y benevolencia para con uno de sus valientes fallecidos en batalla, pero a Dios no lo puede engañar. ¡Casarse con la viuda de quién había mandado asesinar no era una obligación moral, era un atropello a la ley de Dios!
Hay quienes creen que David siguió asistiendo a los cultos de adoración. Por todo esto, aprendemos que nuestras impresiones pueden engañarse acciones de hermanos o líderes en la fe. David fue uno de ellos.

Palabra profética
Natán enfrenta una decisión muy seria, aunque utiliza una alegoría, está denunciando el pecado del mismísimo rey; si en vez de humillarse ante Dios se hubiera airado, David le hubiera mandado a matar. Más allá de la astucia con que presenta la denuncia ante David, Natán no se calla y con valentía cumple su misión profética.
El predicador y maestro deben presentar todo el mensaje de la Biblia para que ella misma declare aquello que Dios acepta o rechaza. Es muy común escuchar decir que un pastor predicó tal tema porque la iglesia o ciertas personas necesitan ser advertidas y lo cierto es que cuando compartimos el estudio regular y sistemático de la Palabra quedamos todos debajo de su juicio; nadie puede decir que está libre de sus sentencias (ver Ro 7:15 donde el mismo Pablo lo confirma). Hoy los creyentes tenemos el propio Espíritu quién nos impulsa a considerar nuestro pecado y por la Palabra nos limpia sabiendo que Dios perdona y restaura. Pero son necesarios muchos “Natanes” para cuando olvidamos o endurecemos nuestro corazón espiritual. En la clase anterior vimos cuáles fueron las fallas que pudieron anteceder a la gran caída de David y ninguno de nosotros estamos libres de caer en la tentación.
Además de la presencia del Espíritu Santo y de toda la Biblia, tenemos la intercesión de Jesucristo delante del Padre como nuestro abogado. 1 Jn 1:9

Salmo 51 ¡Ten piedad de mí Oh Dios!
Quiero terminar considerando este Salmo porque es la oración de David quien sintió el peso de su culpa y el alivio del perdón divino. Él mismo comprendió que todo lo que sucedió seguidamente fue decisión del soberano Dios, incluyendo el fallecimiento del bebé cuya alma preservó para su gloria el Señor de tal manera que ni Urías ni ese niño fueron conscientes de las consecuencias del pecado de David.
• Un corazón arrepentido no se excusa nunca delante de Dios por su falta
• Un corazón arrepentido sabe que el principal agraviado es Dios mismo
• Un corazón arrepentido entiende lo que significa atentar contra la santidad de Dios
• Un corazón arrepentido sabe que sólo puede acudir a la misericordia de Dios, porque no alcanza
por sí mismo su justicia; entonces mira la cruz de Cristo y su obra toma un valor personal

Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay más. Is. 45:22