Jacob ha vivido 130 años y le cuenta a faraón que en ellos experimentó sufrimientos y frustración constantes.
¿Por qué no sintió hasta entonces el gozo de haber sido escogido por el Señor? ¿Cuál era la diferencia entre la actitud de Jacob y la de su hijo José frente a las pruebas? ¿Por qué la Biblia detalla tan precisamente las características de Jacob? ¿Por qué no fue José el antecesor del Mesías o de la tribu sacerdotal? ¿Qué le agrada al Señor que hagamos desde que nos llama a una relación personal con Él?
Una lección que nos recuerda el fruto apacible del contentamiento que todo creyente puede experimentar en madurez espiritual
DE LA FRUSTRACIÓN AL CONTENTAMIENTO
Tengo pocos recuerdos de mi abuelo materno, pero uno de ellos está completamente grabado en mi mente. Pasados sus 80 años, mostrando las consecuencias de una enfermedad que lenta pero persistentemente había diezmado su cuerpo y postrado sin posibilidad de recuperación, consolaba a su propia esposa (mi abuela) preparándola para la separación.
También aconsejó a mi madre y se despidió en paz, asegurándole al pastor que le compartió una última Cena de Señor que estaba completamente preparado para encontrarse con su Señor y Salvador.
Mi abuelo no había sido precisamente una persona de éxitos y había sufrido muchos desencantos a lo largo de su vida, su economía no fue regularmente próspera y algunos de sus hijos fueron particularmente rebeldes a su autoridad. Pero, mi abuelo Alberto había conocido al Señor promediando su adultez y el testimonio de su fe y obediencia no habían decaído nunca. Estoy segura de que su mayor logro fue crecer y madurar en el conocimiento del Señor Jesucristo. Imagino que la serenidad y fortaleza que mostró al final de sus días fueron similares a las de Jacob en su último período de vida en Egipto.
Frustración permanente
Podemos decir con seguridad que ninguna persona escogida por Dios y mencionada en la Biblia estaba tan deseosa de morir como Jacob. En varios versículos leemos acerca de este pensamiento recurrente en la mente del patriarca, Génesis 37:35; 42:38; 45:28 y 46:30. Cuando por fin llega a Egipto y se encuentra con el faraón le da una explicación que puede ser la clave de su experiencia: la percepción de que sus muchos años fueron difíciles, cortos y de pocos placeres.
Es posible que no sólo él, sino muchos creyentes de larga vida cristiana tengan la misma percepción que Jacob. En esta lección veremos cómo, recién a la edad de 130 años, el nieto de Abraham comprendió el valor de haber sido un escogido y la bendición de vivir en completa dependencia de su Señor.
Aunque su primer encuentro personal con Dios es relatado en el capítulo 28, recién ahora, llegando a cumplir 130 años, Jacob abrazará los cimientos de la fe, experimentando el gozo de haber conocido y servido al Dios de sus padres y Quién lo ha conducido en cada experiencia de su vida.
Guía divina 46:1-7
En estos días y particularmente en ciertas culturas, es muy común que las personas y familias se muden con frecuencia. Siempre es más fácil hacerlo cuando uno es joven y menos atado a bienes y familia, pero en algunos casos la salida suele ser traumática ya que la motivación surge debido a situaciones que
requieren una decisión urgente.
Jacob debe tomar esta decisión cuando se le hace saber que el período de hambruna se extenderá en la tierra de Canaán por otros cinco años. Aunque la motivación fuera la supervivencia de sus descendientes, él deberá dejar atrás todo aquello que le era familiar para trasladarse a una cultura totalmente diferente, con otra lengua y con actitudes no amigables hacia los hebreos; pero sabía que de este viaje dependería el futuro de sus nietos.
La travesía incluía pasar por Beerseba, el desierto que forma el límite extremo sur de Palestina. Allí su familia y él habían vivido parte importante de su historia. Su abuelo Abraham conoció un aspecto del carácter de Dios y levantó un altar allí luego de haber hecho pacto con el rey Abimelec quién reconoció el cuidado y protección que recibía el patriarca del Señor, allí Abraham invocó el nombre del Dios eterno.
Allí también fue probado por Dios al recibir la orden de sacrificar a Isaac. Años después, Isaac recibió en este lugar una renovación del pacto que Dios había instituido con su padre y que se reiteró con él. En este desierto vivía Jacob con su familia cuando decidió engañar a su padre y hermano para recibir la bendición de la primogenitura.
¿Era sabio trasladarse a Egipto? Años atrás su abuelo Abraham hizo este movimiento por la misma causa, y al llegar a Egipto tuvo una experiencia traumática por engañar al faraón acerca de su esposa Sara. Cuando Isaac tuvo la misma idea en su época, el Señor le ordenó no cruzar a Egipto. Ahora, aunque José lo instaba a viajar para encontrarse con él y sortear las dificultades físicas, Jacob quería estar seguro de cumplir con la voluntad de Dios.
Jacob había ofrecido en otras ocasiones sacrificios al Señor; según el contexto, estos podían ser de agradecimiento por las bendiciones recibidas o para poner al Señor como testigo de su intención de paz (como lo hizo con su tío Labán). Ahora claramente está buscando la aprobación de Dios respecto de su viaje. La respuesta del Señor no se hizo esperar: estaría con Jacob en el viaje y prosperaría a su familia en Egipto de tal manera que se formaría allí una gran nación.
Es extraño que el Señor prometiera la transformación del pueblo escogido en una gran nación fuera de los límites de la tierra prometida.
Jacob sería cuidado por su hijo, quien velaría por él en su muerte. Dios le prometió que un día retornaría a Canaán, y por su edad y los compromisos tomados por José en Egipto, el patriarca comprendió que sus restos mortales volverían alguna vez, lo que efectivamente pasó unos cuatrocientos años después.
Ahora el Señor le aseguró que por fin descansaría de sus preocupaciones pues su hijo José, a quién creía muerto, se ocuparía de su bienestar y el de todo el clan.
Los que ingresaron en Egipto 46:8-27
La Biblia recoge en varias porciones una lista genealógica. Hemos mencionado que en Génesis el propósito fundamental es recordar la promesa de Dios dada en Edén de que un descendiente de Eva sería la simiente capaz de confrontar a Satanás quien, se había transformado no sólo en enemigo de Dios sino también de toda la raza humana.
En este pasaje, el propósito del escritor inspirado es mencionar a quienes serán cabeza de tribus y familias; más adelante, Moisés detalla en Números 26 cómo Dios manda a realizar un censo antes de que el pueblo ingresara a la tierra prometida mencionando cada familia detallada en Génesis 46.
En esta genealogía se incluyen nietos que habían muerto en Canaán (los hijos mayores de Judá) y también los nacidos en Egipto (hijos de José y de Benjamín). Se registra una hija de Aser y a Dina (hija de Jacob), pero no se incluye el nombre del resto de las nietas y bisnietas, como tampoco las esposas de cada hijo, salvo la cananea que dio un hijo a Simeón y la madre egipcia de los hijos de José. La lista no es exhaustiva, pero lleva el propósito de recordarnos que los doce hijos varones de Jacob conformaron las tribus futuras que asentaron en Canaán en época de Josué.
El pasaje confirma que de las cuatro mujeres de Jacob habían surgido en total 70 cabezas de familia al momento de ingresar en Egipto y que estas mismas familias serían resguardas hasta el retorno a Canaán donde se repartirían la tierra que Dios les entregaría en administración.
Un reencuentro emotivo 46:28-30
Imagina que hubieras perdido a tu hijo a la edad de 17 años, que lo hayas añorado desde entonces y que lo encontraras vivo y sano 22 años después…pues esa catarata de sentimientos experimentó Jacob al reencontrarse con José en Gosén.
La Biblia no detalla la conversación que siguió salvo la satisfacción de Jacob al reconocer que Dios había resguardado al hijo de su amada Raquel con el propósito de preservar a toda la familia en un tiempo tan duro para la supervivencia.
Asentados en Gosén 46:31-47:6
El plan de José respecto del lugar donde su familia debería asentar se llevó a cabo meticulosamente.
Aunque el faraón ya había ofrecido a la familia hebrea una de sus mejores tierras, José sabe que su padre y sus hermanos deberán presentarse ante el monarca para expresarle cuál sería su exclusivo trabajo en aquellas tierras. Los egipcios no acostumbraban apacentar ganados ya que eran agricultores; así que la estrategia de José fue presentar a su familia como una comunidad netamente pastoril, de esa
manera estarían ocupados en una tarea que no competiría con la de aquella cultura además de asentarse en una zona aislada, separados de la gran ciudad.
El faraón le entregó en confianza sus propios ganados para ser apacentados.
José podía visitar a su familia, pero a la vez mantenerla separada del entorno extraño a sus costumbres y lo más importante, asegurar que Jacob y su descendencia mantuvieran comunión con el Dios que los había formado y resguardado, trayéndolos hasta aquí.
Jacob bendice a faraón 47:7-12
Cuando Jacob se presentó ante el faraón recibió una muestra de respeto de su parte al reconocer su larga edad. Jacob procedió a dar una bendición conforme a lo que Dios había pactado con Abraham (te bendeciré y serás de bendición Gn 12:3).
Pero cuando Jacob debió comunicar su experiencia de vida, se lamentó por recordar mayormente sus penas y sufrimientos. En realidad, estaba siendo sincero, pues su vida no había sido fácil desde su cuna.
Sus padres habían mantenido una rivalidad respecto de los mellizos que se extendió sobre la posteridad.
Había obtenido la bendición de la primogenitura con engaño ganándose la animosidad de Esaú y perdiendo contacto con su madre y padre a quién llegó a ver moribundo pasadas dos décadas.
Vivió bajo la protección de su tío Labán quién aprovechó al máximo sus habilidades y lo engañó entregándole por esposa a la mujer de quién no estaba enamorado. De regreso a la tierra prometida, su hija Dina fue forzada por un extranjero provocando una venganza de parte de sus hermanos que pudo costar la muerte de toda la familia. Su amada Raquel murió en el parto de su segundo hijo y el mayor, José, desapareció a la edad de 17 años, justo cuando se perfilaba como líder del clan.
Jacob y José: dos experiencias diferentes
Faraón había recibido buen testimonio de Dios de parte de José, pero no podemos decir lo mismo de parte de Jacob. Es necesario que comprendamos la diferencia de percepción entre padre e hijo: Jacob no había visto la mano del Señor en la adversidad, mientras que José sí. Jacob vivía temeroso de su porvenir, actuando a la defensiva y centrándose siempre como víctima en circunstancias difíciles (ver Gn
42:36), mientras que José estuvo dispuesto a perdonar y servir a sus prójimos aún en medio del sufrimiento. En las pruebas, José creció en su intimidad con Dios, mientras que Jacob fue enfriándose y apartándose poco a poco.
Hay además una gran distinción entre las pruebas experimentadas por padre e hijo. José había sufrido injustamente a manos de sus hermanos y luego como siervo en casa de Potifar, pero Jacob había padecido cada experiencia como consecuencia de sus malas decisiones: engañó a su hermano, decidió
vivir en Siquem antes que volver a Betel y levantó un profundo resentimiento entre los hermanos debido a su poco sabia preferencia por José.
Conclusiones
Dios determinó que la hambruna no sólo levantara a José como gran líder en Egipto para constituirlo en el granero del mundo de aquella época, sino que orientó a la familia de Jacob a acercarse a esas tierras en busca de alimento para obrar en sus vidas espirituales.
Los hermanos pudieron reconocer el pecado que cometieron con José y arrepentirse, recibiendo así la bendición del Señor quién promovió no sólo el reencuentro sino también la reconciliación gracias al corazón sensible y perdonador del hermano agredido.
Ahora será también el turno de Jacob. Siempre ha sido un luchador y mientras ha procurado retener a sus seres queridos, los ha perdido. Primero Raquel, luego José y por último Benjamín. Recién ahora, cuando la caravana de sus hijos trajo de regreso a Benjamín (a quién había cedido a regañadientes) y recibió las noticias inesperadas de José invitándole a vivir con él, Jacob comienza a ver su vida desde
otra perspectiva.
En el capítulo 28, cuando tuvo el sueño de la escalera, Jacob no llegó a comprender la bondadosa gracia de Dios para con él. Aunque el pacto de Dios con Abraham estaba fundado en la absoluta fidelidad de Dios, Jacob pretendió hacer un intercambio con el Señor: si le prosperaba, él le entregaría el diezmo de
todo lo prosperado. Lo que Dios nunca le exigió, finalmente Jacob tampoco cumplió (Gn 28:13-22).
Dios había hecho un pacto incondicional y lo cumplió “a pesar de las acciones de Jacob”. Del mismo modo muchos creyentes consideran que los éxitos y fracasos de sus vidas están totalmente ligados a sus acciones. Como Jacob, piensan que su fidelidad al Señor y su obediencia son condiciones necesarias para recibir su bendición. Tanto Abraham, como Isaac y ahora Jacob aprendieron que todo lo que eran y todo lo que habían llegado a obtener sólo dependía de la fidelidad de Dios en sus vidas.
Ninguno de los patriarcas fue un accidente en el proyecto eterno de Dios, como no lo es ninguno de los escogidos desde el inicio de la historia humana hasta nuestros días. Dios se glorifica al conformar la familia de la fe y hasta completarla seguirá mostrando paciencia y benevolencia para con todos los hombres y en especial con su pueblo.
Al Señor le agradamos cuando mostramos nuestra fe confiando en Su palabra y adorándole (ver He 11:1-2). Es cierto que hay mandatos del Señor que debemos cumplir y estándares que mantener, pero estas acciones hablan de nuestra respuesta a la gracia recibida y nunca son condiciones para recibir su
perdón. Como dirá siglos después el apóstol Pablo: no soy yo quién obra, sino la gracia de Dios en mí (1 Co 15:10).
Siendo anciano, Jacob dejó atrás la tierra de la promesa y aprendió a depender totalmente del cuidado de Dios, por medio de su hijo en una tierra extranjera. Aprendió el concepto del peregrinaje: sólo estaba de paso en este mundo para alcanzar en fe una tierra mejor. Sabía que Dios cumpliría su promesa llevando a su posteridad a Canaán nuevamente, pero no necesitaba ver con sus propios ojos aquel momento, como leemos en Hebreos 3 y 4, Jacob había entrado al “reposo del Señor”.
Si le pudiésemos preguntar cuál fue la mejor etapa de su vida, seguramente Jacob nos contestaría que los últimos 17 años en los cuales dejó de luchar por sobrevivir y pudo constituir una vida de comunión personal con Dios. Jacob el patriarca experimentó la mejor parte de su vida a partir de los 130 años cuando superó definitivamente la frustración para disfrutar de la bendición del contentamiento (ver 1 Ti 6: 6-8
Para reflexión
1. ¿Crees que todos los creyentes maduran espiritualmente en un período similar de sus vidas?
2. ¿Cuál es la distinción principal entre las pruebas que experimentó Jacob y las de José?
3. ¿Cuántas familias se habían formado con los descendientes de Jacob? ¿Por cuánto tiempo persistieron éstas?
4. ¿Qué propósito tuvo José al colocar a su familia en un territorio apartado? ¿Qué sucedió cuando el pueblo de Israel entró en contacto masivo con las culturas extranjeras?
5. ¿Por qué Jacob recibió protección y cuidados del Señor a pesar de su personalidad egoísta y ventajera?
6. ¿Quién produce en los creyentes el contentamiento? ¿Lo estás experimentando?