(Volviendo a leer Filipenses 4: 1-7)
La voz llena la habitación mientras dicta la carta, solo un par le acompaña.
El mensajero ha traído ayuda desde lejos, de los pocos que no olvidan.
En las palabras inspiradas no hay llanto.
Ante la persecución y el rechazo, hay gozo.
Ante las luchas internas y oposición, hay paz.
Ante la incertidumbre y el desánimo, hay esperanza.
Ellos, él, nosotros viviendo esas mismas fatigas, pero confiando en un mismo Señor.
Aquel que sostiene cuando el deseo es el de partir, pero Él aún nos quiere trabajando en su obra.
El mandato de gozarnos en el Señor se repite insistentemente ¿será por nuestra prontitud en olvidarlo? (4:4)
¿Quién no experimenta el desafío ante el llamado a ser amables con todos?
Y esto, en razón del regreso del Maestro y de su presencia con y en nosotros. (4:5)
La orden de no permitir que nuestra mente se inquiete por nada, sino de llevar todo
afán en oración a quién es Señor, paraliza todos nuestros temores frente a su Paz (4:6)
Ellos, él, nosotros viviendo aquellas mismas fatigas y siendo transformados
en las circunstancias por medio del Espíritu y la Palabra.
Carlos Gaiera
Iglesia Evangélica Bautista de Pinto, Buenos Aires