Las redes sociales más populares, el pasado lunes sufrieron una caída.
En torno a las 17:30 dejaron de funcionar y se desconectaron de forma que estuvieron más de cinco horas sin poder ser utilizadas.
Por fin, sin saber porque estos medios de comunicación decidieron tomarse un respiro y dejar “desconectados” a cientos de millones de usuarios en todo el mundo. Con ello, la mayoría de la sociedad se puso nerviosa y después no supo en qué invertir esas largas horas. Porque así es como muchos se sintieron; aburridos y perdidos.
Otros investigaron como conectarse a otras aplicaciones que desconocían. No obstante, no todos vivieron esa circunstancia con desespero e incertidumbre. Algunos sintieron alivio de no tener que estar pendientes de los mensajes. Y otros decidieron prestar más atención a otras distracciones o necesidades que tienen aparcadas; leer, pensar, hablar y meditar - aunque creo que esto cuesta más ejercitarlo -.
Hay una gran necesidad de estar conectados y también hay una gran necesidad desconexión. La necesidad de estar conectados la tenemos satisfecha, somos conscientes de ella y buscamos soluciones. La necesidad de desconectarnos, - esta sociedad del ocio todavía no la ha logrado y queremos suplirla por una escapada – o creemos que unas vacaciones nos ayudaran a desconectar, pero a los dos días del regreso ya estamos igual o peor porque añoramos lo que no tenemos. ¿Por qué sucede así?
Porque la desconexión se aprende, es mental, es una forma de vida, no se improvisa. Todo lo demás son autoengaños, son remedios que no aportan una solución y que por el contrario aparcan la necesidad de poder profundizar en la meditación y reflexión personal que trae conocimiento de uno mismo y de los demás.
La meditación no es escaparse, huir y evadirse de la realidad. Al contrario, viviendo con los pies en el suelo y en plena conciencia de donde estoy, puedo abstraerme, pensar y decidir. En definitiva, es cuidar el espíritu y hacer terapia con uno mismo. Es autoexamen, profundizar en las raíces de mi ego, ser honesto con el ser y quitar los disfraces que a lo largo de la vida me he vestido. La desconexión del activismo es hurgar en lo profundo de mi ser y no recrearme en las cuevas oscuras sino en los destellos de luz que penetran por los pequeños agujeros del alma e iluminan el espíritu y dan alegría a las ideas.
En el camino de desconexión, reflexión y meditación es imposible no toparse con la figura de Jesucristo. Con él descubres que es más que una figura, un héroe , un revolucionario, un fundador de una religión, un hombre.
Cuando meditas y confrontas la existencia con su maravilloso mensaje de redención y ejemplo se abre ante ti el camino, la verdad y la vida.
Cuando meditas con Jesús, te escuchas y le escuchas, te resistes y derrites, te revelas y sometes, te enfadas y te alegras. No son contradicciones sino son partes de la misma melodía que tiene distintos ritmos como la vida misma, pero forman parte de un todo que necesitamos encontrar y valorar.
Sin meditación nos falta una parte de nuestro ser y sin ella no podemos vivir completos. Desconectarse y meditar en sanar. Justamente lo que necesitas.
Jorge J. Pastor-Mut
Pastor Bautista
Denia, España