Porque en este mes recordamos dos hitos importantes vinculados con la traducción bíblica.
Por un lado, la primera Biblia completa en español se imprimió en septiembre de 1569. Conocida como la Biblia del Oso por la ilustración de su portada (era un oso intentando extraer miel de un panal en un árbol). En 1602 Cipriano de Valera revisó la traducción de Casiodoro de Reina. Esta revisión se conoce como la Biblia del Cántaro (de nuevo por la ilustración de su portada). Esta revisión se ha convertido en la Biblia más usada por las iglesias evangélicas de habla hispana: la Biblia Reina-Valera.
Por otra parte, el 30 de septiembre se conmemora el día de Jerónimo de Estridón, conocido como San Jerónimo (fallecido ese día de 420), quien fue el traductor de la Vulgata Latina. Entre sus dichos podemos citar: "Ignorar la Escritura es ignorar a Cristo" "¿Cómo es posible vivir sin la ciencia de las Escrituras, a través de las cuales se aprende a conocer al mismo Cristo, que es la vida de los creyentes?"
En Septiembre celebramos que Dios nos dio su Palabra. Esa Palabra que ha marcado la historia, que ha conmovido al mundo y que transforma vidas. Celebramos, más allá de la situación de incertidumbre y desconcierto que estamos viviendo. Cuando todo parece quebrarse, cuando todo parece inestable, frágil y fuera de control, celebramos porque Dios nos ha dado un ancla firme que es Cristo, a quien conocemos mediante las Sagradas Escrituras (porque Cristo es el centro de la Escritura).
Celebramos porque podemos confiar en Dios y en su Palabra. Celebramos "porque las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que por la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza." (Ro 15:4)